lunes, 12 de abril de 2010

NUMERO 1: REJAS DE CRISTAL


El tiempo transcurre lentamente, mientras el intenso azul del cielo es salpicado por nubes que se mecen lentamente en su incesante camino, guiadas por el viento. Los tenues rayos del sol traspasan la pequeña ventana del cuarto de baño de un apartamento de la gran ciudad, mientras en el suelo, cabizbaja, se encuentra una figura, consumida en la soledad de su ser. Mientras espera que la delgada puerta del lavabo sea lo suficientemente fuerte como para mantener intacto su pequeño refugio, su santuario.

Acurruca sus mimos entre lo único que le queda en su triste existencia, sus pequeños, ajenos en parte al porqué del nuevo “juego” del día que consiste en esconderse en el lavabo con mamá. Ellos la miran temerosos, pero no les responde con su mirada antaño llena de vida y bondad; está ensimismada en su ser, pensando en si su arrebato de valor, durará lo suficiente para que todo aquello acabe, de si esa voz interior que le suplicaba una y otra vez que luchase a muerte por ellos y los salvase de la fútil ira que pendía sobre ellos tendría razón.

Atrás quedan los sollozos, la desesperación, el sufrimiento, el miedo, todo forma ahora una amalgama de sentimientos, que dan lugar a una espiral de lágrimas y alaridos en silencio. Reflejos de una muerte en vida, que se quedan en el silencio. Castigo, miedo, condena, dolor, son las espinas de la frágil flor que era su convivencia, ahora coronada por una corola marchita, que hace sentir el amor condenar.

Intenta conservar la calma, pero es inútil, cualquier ruido la sobresalta, ya que con toda seguridad, su pequeño bastión no sea capaz de soportar su furia; esa casa no es más que un coto de caza, él, el cazador, ella la presa.

Lo ha visto cientos de veces por televisión "una llamada es suficiente", piensa para sí; y agacha su rostro buscando el teléfono sostenido entre sus temblorosas y maltratadas manos,"Solo una llamada". Una simple llamada, y el sufrimiento llegarían a su fin; no más excusas a los vecinos sobre moratones, no más mentiras en el médico sobre tontas caídas en casa, no más sufrimiento para los pequeños de la casa. Pero no, ese sueño, nunca llegará a ser una realidad, pues la libertad hoy no ha ido a trabajar, la libertad se ha quedado en la cama dormida, y no hará acto de presencia

Lentamente, ella, levanta su rostro alzando la vista hacia el cielo, a través de la ventana de su triste claustro, y mientras sus ojos envueltos en lágrimas, buscan cualquier distracción; la hipocresía luce ilesa triunfadora, cogida de la mano de la desidia, en una guerra que se ha perdido desde la primera batalla. Ella se maldice por seguir siendo el mártir que él ansia, por seguir llorando en soledad, por no luchar por su libertad.

Su voz no encontrará consuelo y ella, se encuentra sola e indefensa; solo tiene esperanza y amor incondicional como armas, para enfrentar a un enemigo tan voluble y letal como lo es el miedo. Un bravo enemigo, que se alimenta del sufrimiento humano y de lo desconocido, y puede doblegar a cualquiera a voluntad. Es muy sencillo echar la culpa a la falta de valor para defenderse, sin embargo; quien posiblemente sea más cobarde, sea aquel que agrede y no quien sufre y no se defiende, ya que es necesario un tremendo coraje contar con unas alas que pueden ser desplegadas en cualquier momento, y no hacerlo, en tener la esperanza de que puede haber un cambio de actitud y que la pesadilla llegue a su fin; en ser un ángel, entre rejas de cristal, sin poder volar en libertad.